sábado, 1 de mayo de 2010

CRÓNICAS DE LA ORDEN BARRFET VII : SATURKAR


La luna rige nuestro calendario, y así nos dirige en nuestro camino. Cada luna nos regalaba una fase positiva, con su renacimiento tras el ocaso, para culminar con su plenitud y su oscuro declive, que como una vertiginosa y siniestra caída, nos portaba a un nuevo inicio. Y en estos momentos, nos encontramos penetrando en los tétricos túneles que nos llevarán al infierno, al país donde las sombras ahuyentan la luz de las estrellas, y donde el diablo maléfico se apodera de nosotros , dejando libre nuestra alma, repleta de obligaciones, represiones y negrura.

Lamarys, bajo la atenta mirada de la luna, se acercó junto a Jandrya a la posada de Insthar. Cuando tocaron a su puerta, se la encontraron abierta, la hechicera las esperaba. Lamarys le comentó lo que hervía en los infiernos. Borjathan tenía un plan para convertir a la Orden al lado del mal, y condenarlos a una vida bajo la tierra en los infiernos más ardientes. Insthar, conocía los oscuros planes de Borjathan y ya había avisado de urgencia a los demás guerreros, que ya comenzaban a llegar a su posada.

Todos congregados y sintiendo la esencia negativa de la luna, originaron un ambiente destructor y viciado. Mientras los seductores Jostor y Shymor, jugaban con las piedrecitas del suelo. Petrus daba coces malintencionadas al pequeño Giné, que acabó saltando sobre su lomo y dándole azotes en su trasero de caballo, al tiempo que Belya le estiraba del amuleto que portaba en su cuello. Pittel, también quería jugar y con unas maneras un poco suaves, comenzó a darle manotazos al pecho de Petrus. Shenta maldecía la estulticia de Shymor, mientras le pedía que terciara en esta batalla campal que se estaba originando. Gengius…. él seguía embobado en las caderas de la sensual Jhoanna, que se mecían alocadas mientras bailaba entre los demás, regalando pequeños grititos de jubilo. Y ya saben, en cuanto es momento de clamar la grandiosidad de esta Orden, como un resorte salta a escena la jovial Karwen, que sonriente gritaba “somos los mejores”. Hanna, desquiciada sacó su espada y luchó con un invisible duende que revoloteaba a su alrededor. Extrañado por su actuación, Yauis huyó del lado de su amada y se unió al divertido juego de Jostor y Shymor. Janthú, viendo ese espectáculo, puso sus ojos desorbitados y malhumorados y camino entre los guerreros intentando apaciguar los ánimos, seguido de Annabella, que le regalaba alguna que otra colleja, hechizada por el poder maligno. Una batalla campal que tan solo la intrusión de Borjathan consiguió detener.

Esa noche, él se había apoderado de la energía de la luna, y así había arrastrado a toda la aldea, a vivir una noche de desenfreno. En su mano, una piedra que hacia meses había caído del cielo, y en su corazón, el mal. Un conjuro destruyó ante nuestros ojos la piedra bañando a Borjathan, el señor de los infiernos, una capa negra de poder. En ese preciso instante, todos los que nos encontrábamos en la aldea y zonas colindantes, entramos en un mundo tridimensional, donde todo perdía su valor, tan solo nos debíamos a Saturkar, dios de los deseos oscuros. Disfrazados retábamos a la vergüenza, y a la timidez, que salieron despavoridas bajo el poder maligno. La fiesta había comenzado, y en fila, bajo la locura mas divertida desfilamos por las calles de la aldea, llamando a los que por éstas, se encontraban. Guilleminator, recobró su disfraz de hombre orquesta y nos llevó con sus melodías hasta la más dulce alegría.

Insthar junto a los infantiles guerreros Jostor, Shymor y Samhar jugaba con los más pequeños mientras los demás, emborrachaban a los mayores para desinhibir sus atormentadas almas. Una noche inolvidable, que nos llevó a olvidar las piedras del camino y disfrutar con los rayos enérgicos del universo. Borjathan, miraba pensativo la caída de la luna, disfrutando la noche en que había sido el ser mas poderoso. Los demás, con una sonrisa en el rostro, veían salir el sol mientras los efectos de una noche de locura llegaban a su fin.

Como siempre, y aunque fuese bajo el influjo maligno, fue un placer.


Insthar

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