sábado, 1 de mayo de 2010

CRÓNICAS DE LA ORDEN BARRFET VI : LOS REYES MAGOS.




Jostor y Shymor fueron a visitar a Insthar, la hechicera, con un requerimiento importante. Era sabido que Shymor, príncipe de Persia, había tenido que abandonar su hogar con la única compañía de su inseparable amigo Jostor. Las últimas noches sus sueños eran repetitivos e inquietantes. En ellos aparecía toda la orden en una tierra lejana conocida por Shymor. Era su tierra, donde Jostor y él correteaban tras las niñas, de las que siempre recibían algún bofetón y si tenían suerte un beso de las inocentes turistas.


Insthar escuchó atenta la petición de los dos joviales guerreros, mientras preparaba otro conjuro para la insaciable sed de Petrus por el Banna, que le había abocado a la perdición. Insthar, una vez escuchó a los guerreros, los invitó a salir de su torre. Se le había presentado una maravillosa oportunidad de embarcar a sus compañeros en un viaje fantástico. Hacía meses que ponía todo su poder en una nueva misión. El oráculo le había enseñado un mundo paralelo en el tiempo, donde ocurriría algo crucial para la humanidad y en la que debería cooperar esta Orden. Entrada la noche y con la luna llena de cómplice, mando avisar a Shymor y Jostor. Les contó el plan y ellos, haciendo honor a su casta, accedieron con gran jolgorio. Ellos se encargarían de avisar a los demás mientras Insthar preparaba la puerta mágica al viaje en el tiempo.


Pasaron cuatro días, desde la noche del ataque de los Sinhos y ya estaba todo preparado para una nueva aventura. Allí estábamos todos delante de la puerta tridimensional que había preparado la hechicera con la ayuda de un chamán del bosque. Tan solo teníamos unos minutos desde el momento que Insthar diera la orden de pasar al nuevo mundo. Elevó sus manos lentamente al cielo y pronunció un hechizo protector y en todo el bosque se escucho un alarido indicando el momento para iniciar el viaje.


Shymor y Jostor fueron los primeros en traspasar el umbral y caer en un torbellino sideral. Le siguieron todos los demás guerreros. A Borjathan, la jovial Jandrya tuvo que ayudarle con un empujón, pues el terror le bloqueó el cuerpo. Las chicas con sus mejores ropas se lanzaron al vacío en busca de aventuras.


El viaje fue breve pero en él, todos adoptamos un nuevo personaje, a partir de lo que vibraba en nuestros corazones. Así, las hermosas Lamarys, Jandrya, Vivian, Belya, Patkyn y la chispeante Karwen se convirtieron en las hijas de tres importantes Sultanes de Persia. Guilleminator, por su gran amor y complicidad con los más pequeños, se convirtió en Gaspar. Un rey de recia y pelirroja barba que, junto con sus amigos, seguía a una estrella en busca del Salvador. Pulhar de Mesthor, por su sangre real y su corazón noble, haría historia como Melchor. Shymor, Jostor, Gengius, Yauis y Lady de Mesthor pondrían a prueba su valor y su linaje real como príncipes y guerreros, protegiendo de cualquier ataque a los Tres Reyes. Con la inestimable ayuda de Petrus, Pittel y Samhar que, como capitanes de los ejércitos, comandaban la misión y a los soldados más fieles y capacitados. Sus trajes de telas egipcias y persas bordados en oro y con delicados detalles en sus chaquetas, indicaban su alta alcurnia y regio linaje.


Tan sólo, faltaban Shenta y Hanna que viajaban junto a Insthar. Se hicieron de rogar pero valió la pena. De la nada aparecieron tres exóticas bailarinas vestidas con un pantalón árabe de seda anclado a la cintura con un cinturón ancho repleto de pedrería y joyas, que intentaba competir con la belleza de sus ojos, sin éxito. Una diminuta camisa de pedrería dejaba indefenso su abdomen a las lascivas miradas de los príncipes.


La comitiva comenzó su camino tras una brillante estrella que les llevaría hacia su destino. Petrus, Pittel y Samhar abrían el camino, blandiendo majestuosamente su elegancia y honor por las tierras áridas de Persia. Tras ellos y con un baile sensualmente evocador, le seguían las sugerentes princesas. Shenta movía sus caderas insinuantes cautivando las almas de los jóvenes que encontraba a su paso. Hanna exhibía, bajo la mirada inusitada de su amado Yauis, movimientos zigzagueantes cual serpiente, que enloquecían hasta el desenfreno al atractivo príncipe. Insthar, poseída por el influjo de su sangre berebere, hechizaba a la luna con su poderosa mirada y sus movimientos de brazos, elongaciones de suave seda que volaban con la brisa de la noche.


Tras ellas los príncipes Shymor, Jostor y Yauis, condenados a un viaje de represión y deseo. En un despiste de las hijas de los Reyes, que los vigilaban con atención, los tres príncipes se acercaron sigilosamente a las exuberantes y traviesas bailarinas e intentaron robarles un beso clandestino. Ellas se acercaron, provocando el entusiasmo en los chicos, que pensaron que probarían sus suaves labios. Pero poco después comprobaron que tan solo había sido una trampa de las caprichosas princesas, las que retiraron su delicado manjar dejándolos con los labios apretados esperando impacientes un suave beso. Las bailarinas siguieron danzando divertidas, mientras los osados príncipes recibían la reprimenda de las hijas de los reyes. Gengius andaba por las nubes, pues su sensual Jhoanna se había quedado en el pueblo para ayudarnos a traspasar de vuelta la puerta tridimensional. Fue víctima de las insistentes y cansinas bromas de los tres inquietos príncipes hasta que, con certera puntería, lesionó con sus virutas de colores a Jostor, que se retorcía de dolor en el suelo.


Baltasar, un joven africano del pueblo, les acompañó. Insthar había pedido que viniera a esta tierra, sabiendo de antemano su importante presencia. Los tres reyes Magos cabalgaban con tiento en tres caballos españoles y de color de la pureza. Baltasar acariciaba la crin de su caballo mientras le suplicaba que no se pusiera nervioso, pues temía acabar con sus imponentes posaderas en tierra. Gaspar, Guilleminator, no tuvo tanta suerte y su áspero comportamiento con el animal le obligo a ir con las piernas apretadas sujetándose con fuerza a su yegua por temor a su mal genio. (En una palabra, iba acojonado). Melchor, Pulhar de Mesthor, derrochaba nobleza y estilo encima de su caballo blanco. La emoción le embargó al atravesar la entrada al pueblo donde se les esperaba. Miles de niños vitoreaban sus nombres, pues las noticias corrían como la pólvora y ya era conocido su viaje de visita a un nuevo y especial nacimiento.


Presentaron, bajo la atenta mirada de los lugareños, sus regalos y respetos a un niño que suponía una nueva esperanza. Tras el éxito de la misión, todo el contingente lo celebró con un plato típico y novedoso, llamados pizapa y que estaba sabroso. Vivian, conocida por su gran mano para la cocina, no tardó ni un instante en robarle la receta a la señora que los cocinaba. Ya de vuelta se hizo un silencio ensordecedor. Con la mirada perdida en el recuerdo, marcaban esta aventura en fuego en sus corazones.


Pd: Lo único que se ganaron los príncipes fueron unos azotes por parte de unas malhumoradas Lamarys y Jandrya, que últimamente estaba sacando el genio hasta ahora escondido. Borjathan no pudo soportar el viaje y su amada Jandrya lo dejó en el pueblo con la mirada perdida y preguntándose una y otra vez: “¿dónde estoy? ¿qué hago aquí? ¿Cuánto cobrará el herrero?” Baltasar, encontró su lugar y decidió no volver a casa y se estableció en esa tierra como Sultán. Más de una de nuestras guerreras deseaba quedarse con él, pero a los guerreros no les pareció buena idea.

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