Nunca había tratado la madera. Apenas conocía los nombres de los árboles y mucho menos de cual de ellos podía conseguir el mejor material. Aún así, y sin planearlo comenzó a trabajar con ella, en un proyecto vital.
La primera vez la recordaba como anecdótica y a su vez, inesperada, no le dio mayor importancia pero comenzó , sin saberlo, la obra que le haría eterna. La segunda vez , ensalzó la palabra amor como bandera excusando sus acciones. Mientras y tras cada episodio que no hacían más que multiplicarse, ella, aun con las manos pisoteadas, y respuestas erróneas convertidas en golpes por su cuerpo, unía pieza por pieza. En cada silencio, en cada justificación , en cada mirada rendida...una pieza de su fin quedaba fijada hasta convertir esa madera de roble, esa benevolencia y amor malentendido en su propio ataúd.
Insthar
martes, 26 de agosto de 2014
Eternidad
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